lunes, 26 de enero de 2015

Incoherencia en la caza del lobo. (Conservación)




El lobo es un carnívoro social de la familia de los cánidos y ha sido uno de los carnívoros más extendidos a lo largo del mundo. Aunque sus territorios se han visto drásticamente reducidos, esta especie habita en Norteamérica, norte de África, casi toda Eurasia e incluso Australia en la forma de la subespecie conocida como dingo (Canis lupus dingo).
El territorio y población de este mítico animal se ven amenazados por el conflicto con el ser humano.  Es cierto que el lobo, puede llegar a interferir en los intereses del ser humano, pero su nivel de afectación es mínimo como para siquiera considerarlo problemático. Se dice que el lobo afecta a menos del 1% de la cabaña ganadera y a pesar de no haber podido acceder a dichos datos, en una publicación de Felipe Barcena titulada El lobo en Galicia se dice que afecta a un 1% de la ganadería en extensivo… si la juntamos con intensivo es de suponer que el resultado total es menor al 1%.
El lobo es un animal extremadamente complejo en cuanto a su etología. Al ser un superdepredador territorial, su número se va a ver claramente limitado por la cantidad de recursos en el territorio y como ocurre con todos las especies que ocupan tal nicho, es imposible que haya una superpoblación del taxón debido a la autorregulación por competencia intraespecífica. Sus efectivos demográficos se ven tanto limitados por los recursos, como por el territorio y por lo que es la propia especie.  Esto es algo muy básico, pero parece que no terminan de entenderlo algunos poderosos que hacen bailar números para poder abatirlos a tiros.

En un mundo en el que se confunden los términos “gestión” y “matar” y en el cual se pide el “control” (siendo este control sinónimo de muerte de ejemplares) para evitar o reducir los ataques al ganado, se está totalmente pasando por alto la realidad de esta especie.
Como ya he dicho el lobo es un cazador social, con grupos familiares de relaciones íntimas e intrincada organización en los que cada individuo ocupa un puesto que hace funcionar el conjunto de la manada. Esta capacidad de organización social es la estrategia que hace funcionar al lobo en su medio. En el momento el que el grupo sufre una baja, la pérdida del individuo tiene una repercusión social, estructural y práctica que puede desestabilizar la manada. Y es a causa de estos casos, cuando se suceden de forma más asidua los comportamientos aberrantes. 



La tesis doctoral de A. Fernández Gil demuestra que el “control” del lobo para evitar los ataques al ganado, al provocar bajas y desestructurar el grupo social, lo que hace es provocar e incrementar los ataques al ganado. Por lo tanto la muerte del lobo no solo es un fin atroz y nada conservacionista, sino que es una actividad contraria al fin que supuestamente se busca. El “control” del lobo por lo tanto es una falacia que únicamente pone en peligro la supervivencia geográfica de la especie.
Esto queda abalado no solo por los datos de la tesis de Fernández Gil los cuales proceden de la Cornisa Cantábrica, sino que el resultado es el mismo en Idaho, EEUU;  y en Australia.

Cercana a esta problemática del sector ganadero, tenemos la caza cinegética del lobo. En algunos lugares y empresas de caza, este colectivo que se dice a si mismo que lucha por la conservación, busca y ofrece la caza del lobo trofeo, a poder ser el macho alfa. Estas muertes cinegéticas producen el mismo impacto fatal en los lobos.

Existen estas evidencias, el lobo es un animal cuya etología se conoce muy bien. Es ya hora de que las autoridades competentes y aquellos que practican lo indefendible abran los ojos y dejen de mirar a otro lado cuando tienen la verdad delante de sus narices.

Referencias:

Barcena, F. 1990 El lobo en Galicia.

Fernández Gil, A.  2013 “Comportamiento y conservación de grandes carnívoros en ambientes humanizados. Osos y lobos en la Cordillera Cantábrica” tesis doctoral

Wallach, A.D., Ritchie, E.G., Read, .J y O’Neill, A.J. 2009. More than Mere Numbers: The Impact of Lethal Control on the Social Stability of a Top-Order Predator. PLos One

Wielgus, R.B. y Peebles, K.A. 2014 Effects of wolf mortality on livestock depredations PLoS One  

martes, 13 de enero de 2015

Carne y evolución humana (Paleontología)

Los seres humanos (Homo sapiens) pertenecemos al género Homo, que aparece en África hace unos 2,3 millones de años en la forma de especies descendientes de los australopitecos. Estas primeras especies: Homo habilis y Homo rudolfensis, presentan unos dientes mayores que los de nuestra especie, pero menores que los de los australopitecos. Al mismo tiempo, su capacidad craneal es mayor a la de los australopitecos, teniendo H. habilis desde 510 cc hasta los 750 cc estimados para H. rudolfensis. El esmalte de sus dientes era más espeso que en formas posteriores de Homo, permitiendole el consumir alimentos duros como algunos vegetales. Hay referencias de herramientas líticas de hace 2,6 millones de años, del norte de Etiopía. La insdustria lítica concuerda con el periodo de existencia de H. habilis y H.rudolfensis pero su aprovechamiento de la carne sería más bien oportunista, siendo unos animales generalistas y adaptables con una dieta flexible capacitada para el aprovechamiento herbívoro.

Un cerebro grande consume una gran cantidad de energía. Al mismo tiempo un aparato digestivo grande para procesar alimentos de dificil procesado también consume mucha energía. El aprovechamiento de la carne para ir abandonando la dieta herbívora en favor de una omnívora con énfasis carnívoro permite reducir el tamaño del aparato digestivo en pro del aumento del cerebro en lo que a costos energéticos se refiere.


Fotografía de cráneo de H. ergaster realizada por Manuel Ansón
Fotografía de cráneo de H. ergaster realizada por Manuel Ansón

Posteriormente apareció Homo ergaster,  hace 1,9 millones de años. El esmalte de su dentición es mucho más fino, lo que le haría más costoso el poder alimentarse de una dieta dura vegetariana, limitando la flexibilidad gastronómica. Homo ergaster es un animal más grande, con unas proporciones más similares a las de los humanos modernos de las regiones tropicales. Homo ergaster está relacionado con una gran cantidad de acumulaciones de industria lítica. Éstas herramientas les permitirían tanto procesar materia vegetal como materia cárnica. Lo que ha quedado evidenciado de forma clara en el registro fósil, es que al evolucionar las especies de Homo hacia la modernidad, estas han ido ampliando sus posibilidades para la caza y han ido incluyendo el consumo de animales como una parte fundamental de su dieta.  Está ahí la evidencia del procesado de los grandes mamíferos, siendo éstos desde alcelafinos hasta hipopótamos y jiráfidos. Sin embargo, parece que es dificil el aceptar que ya las antiguas especies del género Homo eran capaces de ser buenos cazadores. Durante muchos años, diferentes autores como Milford o Blumenshine defendieron que estos homínidos se dedicaban al carroñeo de carcasas de animales muertos o cazados por otros depredadores de la sabana. En la actualidad, y gracias a la labor de grandes investigadores como Manuel Domínguez Rodrigo, han quedado demostradas las capacidades cazadoras de H. ergaster, siendo un gran depredador de su hábitat africano, abatiendo él mismo a sus presas y procesandolas, como evidencian los diferentes yacimientos de la Garganta de Olduvai como BK o FLK Zinj.




Reconstrucción  del paleoambiente de un grupo de H. ergaster procesando un Sivatherium que han abatido. Tal cual aparece en Domínguez-Rodrigo, M. et al., 2013. On meat eating and human evolution: A taphonomic analysis of BK4b (Upper Bed II, Olduvai Gorge, Tanzania), and its bearing on hominin megafaunal consumption. Quaternary International. Paleoarte realizado por Marco Ansón, autor del blog.


Las especies de homínidos posteriores, entre ellas H. heidelbergensis, H. neanderthalensis y H. sapiens están ampliamente relacionadas con el consumo de carne, realizando grandes cacerías y mostrando una amplia dependencia base del aporte cárnico a su dieta, más allá de su flexibilidad como omnivoros y las evidencias de consumo de materia vegetal por estas especies.  Los humanos dependen de una ingesta de proteina animal para su supervivencia, aportándoles B9 y B12.

¿Es el consumo de carne lo que nos hizo humanos? Ya profundizaremos posteriormente en la actualidad sobre la evolución humana. Lo que está claro es que la evolución de los linajes del género Homo se encuentra claramente marcada por el consumo cárnico primario y por la capacidad de depredación de diferentes animales. A día de hoy el hombre (H. sapiens) es el superdepredador por excelencia sobre el planeta. Con esta entrada quiero abrir los ojos a aquellos que ven a nuestra especie y a su linaje ancestral como si de unos hippies de la sabana se trataran. Aquellas hipótesis han caído en el fracaso tras las evidencias actuales de la caza. Puede que ciertos sectores hagan hincapié en las diferencias morfológicas entre la dentición del orden Carnívora y la del género Homo, pero, amigos, la depredación de otros animales va mucho más allá de la dentición secodonta en este el reino animal.

Bibliografía:


Aiello LC, Wheeler P. 1995. The expensive tissue hypothesis. Curr. Anthropol 36:199–221
Domínguez-Rodrigo, M., Bunn, H. T., Mabulla, A. Z. P., Baquedano, E., Uribelarrea, D., Pérez-González, A., Gidna, A., Yravedra, J., Diez-Martin, F., Egeland, C. P., Barba, R., Arriaza, M. C., Organista, E. & Ansón, M. 2014. On meat eating and human evolution: A taphonomic analysis of BK4b (Upper Bed II, Olduvai Gorge, Tanzania), and its bearing on hominin megafaunal consumption. Quaternary International, 322-323: 129-152 


Domínguez-Rodrigo, M., Castanedo, A. 2014. Entre arqueólogos y leones. Bellaterra


Eaton SB, Eaton SB III, Cordain L. 2002. Evolution, diet, and health. In Human Diet: Its Origin
and Evolution, ed. PS Ungar, MF Teaford, pp. 7–18. Westport, CT: Bergen and Garvey

 McHenry, H.M 2009. "Human Evolution". In Michael Ruse & Joseph Travis. Evolution: The First Four Billion Years. Cambridge, Massachusetts: The Belknap Press of Harvard University Press